En el verano de 1937, en plena guerra civil, el pueblo de Belchite quedó totalmente arrasado tras una cruel y sangrienta batalla en la que murieron miles de personas que tenían familia y amigos con los que años antes vivían en paz. Desde entonces, para muchos lugareños, este es un lugar tabú, porque despierta en ellos muchos sentimientos que tratan de ser escondidos y enterrados para que nadie los encuentre.
Había oído hablar de este lugar, pero nunca me acerqué a él, pues mi abuelo también murió en la cruel Guerra Civil, dejando una joven viuda embarazada del que sería mi padre y al que con mucho sacrificio igual que otras viudas, saco adelante en la vida.
Finalmente lo visité una noche de verano. Bajo el cielo estrellado y casi mágico, una sensación de soledad y tristeza llenaba el ambiente. Al llegar allí un árbol presidía la entrada a la estancia y al fondo la iglesia de San Martín, con su Torre en pie, testigo mudo de la tragedia.
Para mi, este pueblo es un testimonio vivo de los errores del pasado, de lo que la barbarie de una guerra es capaz de hacer.
Este es el mejor tesoro que guarda Belchite: El eterno retorno al pasado, un pasado cargado con la crueldad de la guerra, que nos haga recapacitar a todos de lo que la barbarie de una guerra es capaz de hacer para que no vuelva a suceder jamás.
Que buenas fotos Conchy.
ResponderEliminarMe quedo con tu última frase "lo que la barbarie de la guerra es capaz de hacer". Lo peor no es una guerra, sino una guerra entre hermanos.
Un besote.