Sevilla es una ciudad que enamora: su luz al atardecer, su clima cálido, el olor de su gastronomía y sus dulces deliciosos...Pero lo mejor de todo es la amabilidad de sus gentes que te hacen sentir como en casa aunque estés lejos.
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A orillas del Guadalquivir la gente se junta para contemplar el atardecer y compartir confidencias y risas.
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Después de pasear, me entra hambre y pregunto a las gentes del lugar, que me recomiendan un bar en la famosa calle de San Eloy que va a parar a la Plaza de la Encarnación.
Es impresionante la cantidad de cossas buenas para comer, así que me decido por un "mollete" de jamón pasado con tomate y aceite de oliva y un cañita. El sitio está a rebosar, pero la gente es super amable.
Luego a dormir que al día siguiente nos esperan un montón de cosas que visitar.
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A la mañana siguiente, de camino hacia la Plaza de la Encarnación, nos encontramos con una pastelería donde hacen los mejores dulces de Sevilla: "La campana". y no podemos resistir la tentación.
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Al llegar a la Plaza de la Encarnación me encuentro con un desfile de bandas y me quedo a verlos pasar mientras me como unos buñuelos (esto en vez de parecer un paseo con mi Iphone, empieza a ser un paseo gastronómico)
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En los escaparates encontramos abanicos típicos y trajes regionales para engalanar a bellas mujeres.
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Todo es colorido y alegría por las calles de Sevilla.
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Cansada ya, decido coger una calesa que me lleve a ver la Catedral y la Giralda.
